Ayer lunes nos dejaba Eugenio Martin, (Ceuta, 1925) prolífico cineasta que dio sus primeros pasos como ayudante de dirección de Guy Hamilton, Terence Young o Michael Anderson. También con Nicholas Ray o Ray Harryhausen. Como director cultivó multitud de géneros, desde el terror al spaguetti western pasando por más popular como alejado del género como Las Leandras (1969), con Rocío Dúrcal y Alfredo Landa y José Sazatornil, Una señora estupenda, con Lola Flores o La chica del Molino Rojo, última aventura musical de Marisol. También es el responsable de La vida sigue igual (1969), en la que participaron Julio Iglesias, Florinda Chico o Andrés Pajares.
Eugenio Martín representa como pocos un profesional capaz de ofrecer buenos productos en cualquier género y se erige como uno de los principales nombres de la filmografía española durante la década de los 70 para nada reconocido como merece. Una figura que nutrió la industria española través, sobretodo de coproducciones con otros países europeos. Un sistema que ofrecía un cine popular y rentable durante la dictadura y la transición, que tuvo que lidiar no pocas veces con la censura.
Pánico en el transiberiano, (1972) con Peter Cushing, Christopher Lee, Paul Naschy y Telly Savalas, El precio de un hombre (1966) con Tomás Milian o Una vela para el diablo (1973) son algunos de sus trabajos más conocidos. Alabado por Álex de la Iglesia y homenajeado por Quentin Tarantino de modo explícito en Erase una vez en Hollywood (2019).
Desde aquí reivindicamos su figura para acercar la obra de este talentoso, genial y humilde director a cualquier neófito.
ROGER MONTFORT